En al menos tres momentos pareció revivirse el evento Guadalupano: los Juan Diegos aportando una nueva dimensión, ofreciendo dirección y un mensaje de esperanza a la jerarquía eclesial. “Los patos tirándoles a las escopetas”, dijo el obispo de Santa Fe. Uno fue durante el encuentro de los obispos con los jóvenes, un anticipo del Sínodo de la Juventud. El encuentro de jóvenes con obispos fue muy atinado, la vitalidad de la iglesia en este país dependerá de su capacidad de escuchar y acoger a los jóvenes hispanos, quienes, de acuerdo a las estadísticas, la mayoría de los jóvenes católicos menores de 30 años son latinos. Hasta ese viernes, la mayoría de los jóvenes reunidos, nunca habían tenido oportunidad de sentarse a la mesa, conversar y cenar con un obispo. En una de las mesas, se pidió que la Iglesia presente a un Jesús joven. “Quizá porque los obispos y quienes toman decisiones en la Iglesia superan los 40, se tiende a asociar a Jesús con líderes ancianos y no se presenta a un Jesús joven, vibrante, líder” dijo una de las participantes. Lo más emotivo del encuentro fue cuando, poniendo sus manos sobre los obispos, los jóvenes los bendijeron.
El segundo momento significativo tuvo lugar al final del encuentro. En el último día del encuentro se preguntó a los participantes qué les dirían a sus obispos. A una voz, con fuerza y vigor, las más de 3000 personas reunidas exclamaron “We love you… los amamos”.
Otro momento ocurrió cuando al final de su elocuente homilía, Mons. Barnes entonó un canto popular, y toda la asamblea se le unió en este canto que expresa la fe que nos une, “Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor, Dios está aquí…” Cantar este canto de reconocimiento y adoración a Jesús Sacramentado se sintió como un credo, que hemos proclamando a lo largo de nuestra historia como pueblo de Dios en las Américas.